La cruz es el emblema que resume la esencia del
Cristianismo, es el instrumento del suceso más trascendental en la historia de
la humanidad, por eso la cruz, y vuelvo a utilizar el término para reafirmar su
importancia, es símbolo del cristiano, y no representa ningún tipo de derrota,
sino que significa salvación, porque el Cristo de la cruz es sinónimo de
triunfo sobre el pecado, por lo que se está representando es la victoria de la
vida sobre la muerte, y esa vida es Vida Eterna, Vida en abundancia.
Despojada de la figura de Cristo, la cruz no es más que un
instrumento de tortura que remite a lo peor de la condición humana, una
herramienta que en su crueldad y por sus fines puede emparentarse con la horca
o la silla eléctrica. Para que la cruz sea portadora y referencia ineludible
del mensaje de salvación cristiano debe llevar a Cristo.
Ningún católico cree que la cruz es Dios; lo que afirmamos
es que nuestro Dios, el Dios invisible, el Todopoderoso, manifiesta su poder
como quiere y dónde quiere, incluso en objetos, y sirvan como ejemplos bíblicos
la vara de Aarón, o la culebra hecha por Moisés y colocada en un asta.
Entonces, ¿De qué forma se relaciona con la cruz el
verdadero cristiano? Dejemos que San Pablo nos oriente al respecto:
Porque el lenguaje de
la cruz resulta una locura para los que se pierden; pero para los que se
salvan, para nosotros, es poder de Dios. (1 Co 1,18)
En cuanto a mí, no
quiero sentirme orgulloso más que de la cruz de Cristo Jesús, nuestro Señor.
Por él el mundo ha sido crucificado para mí, y yo para el mundo. (Gál 6,14)
Como quiero estar del “lado San Pablo de la vida”, debo
entender que la cruz es poder de Dios y orgullo del cristiano en cuanto está
vinculada al sacrificio de Cristo. Es sinónimo de salvación y vida, porque es
una muestra de lo que Cristo hizo por nosotros, es símbolo del triunfo:
Anuló el comprobante
de nuestra deuda, esos mandamientos que nos acusaban; lo clavó en la cruz y lo
suprimió. Les quitó su poder a las autoridades del mundo superior, las humilló
ante la faz del mundo y las llevó como prisioneros en el cortejo triunfal de su
cruz. (Col 2,14-15)
La denominación religiosa que más acentúa la creencia de que
Cristo no murió en una cruz son los Testigos de Jehová, que enseñan a los suyos
que el Señor sufrió la pena capital en un madero vertical con las manos juntas
hacia arriba, es decir, no separadas, tal como se ha aceptado históricamente.
El primer escollo que se presenta para su tesis está en la propia Biblia:
Encima de su cabeza
habían puesto un letrero con el motivo de su condena, en el que se leía: «Este
es Jesús, el rey de los judíos.» (Mt 27,37)
Si Jesús hubiese estado en el madero de forma vertical el
letrero debería haber sido puesto sobre sus manos, ante la inexistencia de
espacio físico para ubicarlo entre su cabeza y sus manos juntas.
Para ejemplificar mejor qué creen los Testigos, transcribo
un fragmento de una edición reciente de su Biblia:
No existe ninguna
prueba de que en las Escrituras griegas cristianas staurós significase una cruz
como la utilizada por los paganos como símbolo religioso muchos siglos antes de
Cristo […]. No hay en absoluto pruebas de que Jesucristo fuera crucificado
entre dos maderos entrecruzados. Nosotros no queremos añadir nada nuevo a la
Palabra escrita por Dios, introduciendo en las Escrituras inspiradas el
concepto pagano de la cruz, y por tanto traducimos el griego staurós por su
acepción más sencilla.
Respecto a la palabra staurós,
es cierto que genéricamente significa estaca o palo, pero hay que advertir que
el término adquirió el sentido de cruz para hacer referencia al instrumento de
tortura de dos brazos en el cual se llevaba a cabo la crucifixión. Esto se ve
reafirmado en obras especializadas como el Léxico del Nuevo Testamento (vol.
XII) de Kittel-Friedrich, que establece que el término usado para referirse a
un solo palo (no a una cruz) es skólops
(palo, estaca puntiaguda).
La palabra cruz con sus derivados aparece más de ochenta
veces en los textos bíblicos, testimonio tan contundente que ha obligado a los
Testigos, para mantener su doctrina, a “””””adaptar””””” el texto bíblico
(aclaro que no es un error de tipeo la sobreabundancia de comillas) para que en
lugar de cruz (σταυρός) aparezca
“madero de tormento” y en lugar de crucificado “fijado en el madero”.
La palabra madero (xilon) aparece en
apenas cinco oportunidades en la Escritura, pero con ello en realidad se está
indicando el tipo de material, no la forma del mismo.
Sumaremos como testimonio lo que puede aportar al respecto
la medicina. Una vez que la persona se encuentra colgada en posición vertical,
la crucifixión deviene en una muerte lenta, fruto de una terrible agonía a
causa de la asfixia. Esto se explica por la presión ejercida en los músculos,
que pone el pecho en la posición de inhalación.
Para poder exhalar el condenado debía apoyarse en los pies,
que lógicamente estaban fijos por los clavos que lo sujetaban al madero, para
aliviar al menos momentáneamente la tensión de los músculos. Al lograr exhalar,
la persona podía “relajarse” y descender para inhalar otra bocanada de aire.
Luego debería continuar el proceso de empujar su cuerpo hacia arriba para
exhalar, lo cual ocasionaría que raspe su espalda ensangrentada contra las
asperezas de la cruz.
Este doloroso sube y baja continuaba hasta que la persona no
pudiera empujarse hacia arriba para respirar, lo que provocaba su muerte. En el
caso de Jesús, su cuerpo resistió esta situación durante algo más de tres
horas. Cualquier persona que estuviera fijada con los brazos extendidos se sofocaría
en minutos, mientras que alguien con los brazos extendidos hacia los lados en
un ángulo de 60º a 70º, como en una cruz, podría resistir durante horas sin
sofocarse.
Además de la Biblia y la medicina, también existe el
testimonio de la historia, como el de San Justino Mártir, nacido alrededor del
año 100, quien en su primera Apología ya menciona la figura de la cruz, comparándola
al cuerpo humano cuando se levantan los brazos hacia los lados, a la vela del
barco, y a otros paralelismos por el estilo.
Pero volviendo concretamente a los Testigos de Jehová, ellos
no fueron siempre enemigos confesos de la creencia cristiana en lo tocante a la
cruz. Muy por el contrario, en la mismísima portada de su revista Atalaya,
aparecía desde 1891 un escudo donde podía observarse una cruz dentro de una
corona, enmarcado por una guirnalda de laurel. Y ese mismo escudo era utilizado
por este grupo como broche distintivo. Todo esto va a cambiar a partir de 1831,
desapareciendo la cruz de la Atalaya y de sus libros, llegando hasta el
panorama actual de negación sistemática de la cruz.
Los Testigos parecen actuar (para mal) de acuerdo a esta
advertencia de San Pablo:
Porque muchos viven
como enemigos de la cruz de Cristo; se lo he dicho a menudo y ahora se lo
repito llorando. La perdición los espera; su Dios es el vientre, y se sienten
muy orgullosos de cosas que deberían avergonzarlos. No piensan más que en las
cosas de la tierra. (Fil 3,18-19)
Oremos para que el Señor sea nuestra guía y de esta manera no
caer nunca en el pecado de actuar como enemigos de la cruz de Cristo.
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