La Cruz no implica sufrir sin sentido. Aprendamos a dilucidar qué es lo que Dios quiere decirnos en cada proceso.
Ser cristiano no supone ausencia de malos momentos, pero sí la certeza de que todo dolor, por mayor que resulte, es la antesala de una recompensa mucho mayor.
Que ninguna lágrima llegue al suelo sin ser parte de una alabanza al Padre Celestial.
Mariano Torrent,
#MeditacionesdeCuaresma, Día IV